El nombre Doña Cándida no fue elegido al azar, y bien lo saben los habitantes de este pueblo de la comarca del Matarraña. Doña Cándida y su familia eran los propietarios de esta casa.
Ella fue maestra de la Escuela de Niñas de Valderrobres, un centro educativo situado frente al Castillo, donde también ejercía su hermana, Doña Plácida. Doña Cándida estaba casada con Don Bernardo, que se dedicaba a cultivar las tierras con productos autóctonos como almendras, aceitunas y uvas. Su hijo, también maestro, se fue a vivir a Barcelona.
El recuerdo de aquel sabor tan genuino y especial que adquirían las comidas preparadas en la cocina de leña o de aquellas jornadas de bajar a bañarse en el río, pescar e ir con la bicicleta por los caminos rurales es la razón que ha llevado a los nietos de Doña Cándida restaurar esta casa, y poder así compartir con todos la esencia de unas vacaciones familiares y entrañables, recuperando un trozo de memoria.
Donde hay actualmente los apartamentos, en la primera y segunda planta, estaba la vivienda familiar. Asimismo, entre la planta baja y desván se repartían la cuadra, la bodega, la sala de secar los jamones, la oficina de correos, el gallinero, la despensa, el cuarteto para guardar el material escolar, etc.
Además, ante la casa tenían un huerto, el lavadero con agua de la acequia y los conejos.
Pueden estar seguros de que en Doña Cándida encontrarán todo el confort de la modernidad y la singularidad de elementos antiguos que los transportarán a otro tiempo.